EVALUACIÓN DEL TERCER AÑO DE GESTIÓN DEL PRESIDENTE FUNES

¿Unir, Crecer, Incluir?

Como muchos salvadoreños, las juventudes socialdemócratas apoyamos y vimos con entusiasmo el surgimiento de la candidatura de Mauricio Funes, así como sus inicios en el Gobierno. Siempre pensamos que su talante era el necesario para generar una opción de gobierno de cambio estable, que asegurara la alternancia al gobierno de ARENA pero sin el radicalismo de la cúpula dirigente del FMLN.


Sin embargo, luego de tres años de transcurrido el gobierno de Mauricio Funes y el FMLN, las condiciones sociales y económicas de buena parte de la población han retrocedido, manifestándose cada vez más como un gobierno errático, prepotente, distante, excluyente e impopular.


Es por esa razón que a continuación enumeramos algunas de las acciones por las que el Presidente Funes ha iniciado un descenso irrefrenable de popularidad y ha dejado del lado los anhelos de unión, crecimiento e inclusión con los que inició:


1. Aumento de impuestos para financiar al sector de transporte público, haciendo recaer el gravamen en los profesionales, micro pequeño y mediano empresarios, para mantener los privilegios de un gremio cuyo servicio de pésima calidad y su actitud es de maltrato y desprecio constante hacia los usuarios.


2. Veto a la ley de tarjetas de crédito que defendía los intereses de los trabajadores que por sus pobres salarios, se ven urgidos de este tipo de deuda para poder sobrellevar su diario vivir.


3. Bloqueo al nombramiento de los oficiales del Instituto de Acceso a la Información Pública, siendo un grave sin sentido contar con una Ley de Acceso a la Información Pública pero a la vez con la oposición del Presidente parar elegir al Organismo que garantizará su cumplimiento.


4. Militarización de la Seguridad Pública en franco irrespeto y desconocimiento a los Acuerdos de Paz, y su intención de separar al Ejército de la función política. 


5. Retroceso en los índices de competitividad y el clima de negocios, fruto de un errático y visceral enfrentamiento con el mismo partido de Gobierno, representantes de la gran empresa privada  y tanques de pensamiento que mostraron ser críticos.


6. Actitudes de prepotencia hacia funcionarios y actores políticos, contra quienes ha utilizado o ha pretendido usar su poder político para acallar sus voces o frenar su participación política. Como ejemplo, los casos de Fabio Castillo, Sigifredo Ochoa Pérez y decreto 743 contre magistrados de la Sala de lo Constitucional.


Por esa razón, las JSD creemos que la sociedad civil organizada debe pronunciarse y exigir al Presidente Funes una actitud más sensata, cercana y democrática; y para que retome en serio la agenda de cambios ¡Todavía es tiempo de corregir, Señor Presidente!


Juventudes Socialdemócratas de El Salvador

30 de mayo de 2012. San Salvador, El Salvador.

Una sociedad política que dice ser apolítica

En nuestra sociedad, observo en nuestros políticos tantos errores que me deja decidido en participar y pertenecer a la política activa salvadoreña, con el fin de hacer un cambio en pro de la ciudadanía salvadoreña, y me pone a pensar ¿qué joven no querrá participar en la política salvadoreña con el fin hacerla cumplir correctamente?

Aristóteles mencionaba que el ser humano era un “zôon politikón” (animal político) por naturaleza, pero en nuestra sociedad salvadoreña vemos a miles de jóvenes sin conocimiento y sin interés del acontecer político, denominándose entre sí como “apolíticos”. La mayoría de políticos de la Asamblea Legislativa Salvadoreña se han empeñado grandemente por hacer las cosas mal. Estos seres denominados como “grandes políticos del país” demuestran a plena luz ser mediocres e inútiles para hacer las cosas correctas, esto nos debería motivar a participar activamente como críticos y actores en la política salvadoreña y esperaría que así fuera en todos los jóvenes, pero al parecer es todo lo contrario, ahora los jóvenes dicen ser apolíticos, negando su naturaleza política. ¿Pero qué los motivaría a tomar esta tan grave decisión?

Para empezar nuestros políticos buscan su propio interés a diestra y siniestra, sin importar que pasen por encima de la sociedad salvadoreña, de nuestra constitución o de quien sea, un ejemplo es que nuestros “preciados” políticos salientes querían que nosotros, la sociedad civil, les pagáramos seguridad privada, mientras nosotros los jóvenes seguimos con miedo de que nos asalten en autobuses, pasarelas, redondeles u otros al ir a nuestros hogares, universidades o colegios. Estos señores que tendrían que representarnos en la Asamblea Legislativa al parecer no se atreven a dar una solución para todos, sino solamente para su esfera de vidrio ¡Vaya solución para todos nosotros!

Como otro punto y uno de los mas descarados, es saber que nuestros políticos salientes de la Asamblea Legislativa les pasó por la cabeza aumentarse $800 mensuales, con el pensamiento de que ganaban muy poco ¿será correcto decir esto cuando en El Salvador tenemos familias que ganan menos de un dólar diario y que se esfuerzan honradamente y mucho más que estos seres irracionales? Pero la pregunta del millón es ¿cómo iban a invertir estos políticos en nuestro país esos $800? Me imagino que para nada bueno ¿O tendrían pensado donarlo a instituciones no gubernamentales que ayudan a los más necesitados? Si es por esta humanitaria razón me disculpo, aunque lo dudo.

Estas son pocas razones por lo que los jóvenes, por naturaleza políticos, han decidido no participar en la política, algo contradictorio para nuestro ser. Los pocos jóvenes interesados en la política debemos crear un cambio, no esperar a que lo hagan por nosotros, tomar iniciativas propias, impulsarlas por nosotros y aprovechar los medios que están a nuestro alcance, jóvenes que buscamos la libertad, justicia, democracia y paz, jóvenes con un mismo fin: El Salvador. En una sociedad política que dice ser apolítica debemos de denominarnos siempre no como futuros políticos sino como críticos y actores de nuestra política nacional, como los políticos del presente. Debemos hacer las cosas bien para motivar a los jóvenes que desean hacer política, debemos ser una sociedad política que dice ser con orgullo POLÍTICA.

Gabriel Gasteazoro
Estudiante de Derecho de la UCA
@GaboGF

La socialdemocracia en El Salvador [Puntos para el debate]

Ayer los franceses eligieron dar nuevamente un giro hacia la socialdemocracia, esta vez liderada por François Hollande, haciendo con ello que Europa ya no esté encerrada en una sola visión para enfrentar la crisis. En ese contexto es importante reavivar nuevamente el debate sobre la necesidad de una fuerza política socialdemócrata representativa en El Salvador. Para aunar a ese debate, quisiera iniciar por una reflexión sobre las características de la socialdemocracia salvadoreña.
 
Históricamente no ha existido una organización política genuinamente socialdemócrata de masas en El Salvador. Las expresiones partidarias o los movimientos políticos de izquierda socialdemócrata han sido pequeños, elitistas y con poca capacidad convocatoria, a pesar de contar con líderes de relevancia y reconocimiento nacional e internacional, como fue el caso del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), único partido en la historia salvadoreña que ha sido miembro de la Internacional Socialista.

Los movimientos políticos socialdemócratas intentados luego de los Acuerdos de Paz, han sido curiosamente impulsados por líderes políticos que antes de la guerra se definían como maoístas, marxistas-leninistas o democratacristianos. Esos líderes, además, han tenido ya varios desencuentros durante su carrera política, lo cual hace que las diversas organizaciones que lideran en la actualidad, y que podrían ser el germen para un movimiento socialdemócrata de mayor envergadura, no se encuentren preparadas para accionar conjuntamente y generar la sinergia necesaria para conformar un proyecto político socialdemócrata viable.

Las urgencias de la competencia electoral han llevado a la mayoría de intentos socialdemócratas al fracaso, pues han sido percibidos por la población como partidos sin arraigo histórico, con pensamiento político difuso, pero sobre todo, como plataformas de lanzamiento de candidaturas para políticos que no desean abandonar sus puestos de poder. Estas premuras electorales han desembocado en la apatía de dichas organizaciones por la formación de nuevos cuadros políticos, así como por la casi nula rotación y renovación de los liderazgos en sus estructuras, provocando el empequeñecimiento de éstas, con tal de mantener el liderazgo de personas de larga data en la vida política nacional.

La izquierda socialdemócrata ha sido incapaz de presentar, a sus cuadros y a la ciudadanía en general, proyectos, líderes y gobiernos socialdemócratas de exitosa referencia. Esto es causa, en buena medida, de la poca importancia que los líderes actuales han dado a la formación y el debate político dentro de sus estructuras, concentrándose en lo corto-placista de una elección, dejando atrás toda visión estratégica de poder.

A pesar que el país necesita hoy más que nunca de una opción de poder moderna, democrática y con visión de nación, antes que una lucha de minúsculos intereses, ninguna de las organizaciones ni movimientos políticos de corte socialdemócrata han apostado seriamente por la articulación de los dispersos esfuerzos  de izquierda socialdemócrata, la formación constante de cuadros políticos y el relevo generacional en las diversas estructuras organizativas.

Se debe ser consciente que dicha opción no podrá consolidarse si continúa siendo minada por la premura electorera, la ausencia de renovación de liderazgos y la nula apuesta por la formación de cuadros.

¿Por qué ha no funcionado la socialdemocracia en El Salvador?

Como ya mencioné antes, las expresiones políticas que han adoptado a la socialdemocracia como referente ideológico en El Salvador, se han caracterizado por su gran capacidad de incidencia política y diplomática, al contar con dirigentes y militantes de muy buen nivel académico y político. Sin embargo, nunca se ha caracterizado por formar partidos de gran envergadura popular, convirtiéndose en el partido de las clases medias, progresistas e intelectuales.

Quizá su dificultad para crecer tenga su causa lógica en que las clases medias en El Salvador nunca han tenido la potencia ni la masa poblacional que tienen en Europa occidental y escandinava. Otros opinan que han sido sus líderes los que no han sabido empatizar con los sectores populares, que si bien los reconocen como personas dignas y respetables, no marcan un liderazgo importante en lo que respecta a procesos electorales.

La socialdemocracia salvadoreña ha contado y cuenta con una gran capacidad de interlocución con la izquierda nacional e internacional, la derecha política, la empresa privada grande y los sectores intelectuales, convirtiéndolo en un sujeto político importante, con gran capacidad de influencia pero con una expresión partidaria electoral que no ha tenido el mismo éxito. Como afirma Ivo Príamo Alvarenga “en sus versiones partidarias, la tradición de la socialdemocracia salvadoreña ha sido la producción de plantas efímeras, en vez de ricas cosechas”.

Según Walter Montenegro, la ideología política socialdemócrata, por su carácter racionalista y mesurado, no puede ser exitosa en coyunturas políticas polarizadas, que cuentan con expresiones partidarias con ideologías tendentes a la emotividad y el gregarismo. Además sostiene que este tipo de ideología requiere de un gran sector de la población con mayor capacidad crítica y de formación, que los hace menos propensos a inclinar sus posturas políticas por cuestiones meramente emotivas.

De acuerdo a la hipótesis de Montenegro, El Salvador parecería tener las condiciones adecuadas para que la ideología socialdemócrata no se afincara, pues tenemos un nivel de educación bajo y una cultura político-democrática pobre. La polarización se de tanto en lo político como en lo económico, siendo uno de los países latinoamericanos con mayor nivel de inequidad en el ingreso. Además, el analfabetismo y la deserción escolar siguen siendo muy fuertes. Por otra parte, una tradición política autoritaria-militar, caracterizada por los golpes de Estado, la represión y una histórica tradición de propaganda del temor, etc., hacen de El Salvador ese tipo de sociedad en la que Montenegro sostiene que la socialdemocracia difícilmente crecerá.

Otros autores latinoamericanos ven a la socialdemocracia como una versión socialista propia de los países altamente desarrollados, cuyos problemas y requerimientos son totalmente diferentes de los que tienen los países subdesarrollados. La socialdemocracia es un fenómeno del norte de Europa y obedece al desarrollo y movimiento obrero de estos países. En el sur del mismo continente europeo no se encuentran países socialdemócratas sino socialistas: el partido Socialista Obrero Español, el partido Socialista Portugués, los partidos Socialista y Socialista Democrático de Italia y otros más. Esto responde al hecho evidente de que los países nórdicos han alcanzado mayores grados de desarrollo y de organización que los del sur probando la afirmación de que la versión socialdemócrata es propia de estructuras avanzadas (Borja, 1980: 64).

Para autores como Borja, no es factible transplantar la socialdemocracia a las selvas tropicales latinoamericanas. Incluso, llega a llamar ingenuos y despistados a quienes se dan a esa tarea. Sin embargo, este autor sí cree que el socialismo es adecuado para nuestras realidades. De igual manera Montenegro, aunque de una manera menos tajante y mejor fundamentada, vislumbra las grandes dificultades con las que se encuentra la ideología socialdemócrata en una sociedad como la salvadoreña.

Las laxas afirmaciones de Borja se fundamentan primordialmente en el “nombre” que llevan esos partidos del sur de Europa que él menciona. Sin embargo, partidos como el SOE, que surgieron como partidos socialistas, dieron un giro decidido y consciente a la socialdemocracia de la mano de su principal líder, Felipe González, quien modernizó el partido, respetando su historia pero recomponiendo su rígida ideología. De la misma manera los partidos franceses y portugueses que él menciona han tenido que adecuar su discurso, para poder ampliar su margen electoral.

Los atinados señalamientos de Montenegro deben sin duda ser tomados en cuenta, pero aceptar totalmente su tesis sería reconocer a los actores políticos como seres inanimados y víctimas absolutas de su entorno. En su tesis, carece de total importancia el liderazgo, la capacidad y la creatividad de los seres humanos para enfrentarse a su realidad y cambiarla. Situándolos como seres absolutamente determinados por su realidad y su contexto.

Marlon Anzora
Presidente JSD

Transparencia en financiamiento electoral y seguridad pública

“La posibilidad de convertirnos en un narcoestado estará abierta de par en par, mientras no se regule el financiamiento privado de los partidos políticos. La actividad proselitista en sí misma puede convertirse en un mecanismo eficaz de lavado de dinero, debido a la carencia de control en los fondos privados que los partidos utilizan para la realización de ésta[1]”, es una tesis planteada por la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador, cuya importancia radica más que en su novedad, en ser un llamado de crucial importancia desde la academia para la supervivencia del sistema político pluralista y el proceso cívico democrático iniciados en enero de 1992.
En nuestro diseño constitucional, el órgano legislativo es una de las fuentes al que cualquier organización de poder, criminal o no, quiere llegar si lo que pretende es avanzar en el control de buena parte de la institucionalidad del Estado. A esa fuente –hasta las elecciones de 2009- solamente se podía llegar a través de los partidos políticos, y muy probablemente éstos continuarán siendo el principal vehículo de acceso a la Asamblea Legislativa, lo cual los convierte en los principales instrumentos ha utilizar por las redes de narcotraficantes para acceder al órgano fundamental de Estado que elige a la mayoría de liderazgos de los órganos de poder público.
 
 
El Legislativo tiene a su cargo la elección de los máximos responsables del Ministerio Público (Fiscal General, Procurador General, Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos), Presidente y Magistrados de la Corte de Cuentas, Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, Concejales del Concejo Nacional de la Judicatura, etc., conformando así una de las redes de órganos públicos más amplia y poderosa del Estado salvadoreño. En general, lograr ese nivel de control político es la aspiración legal y legítima de cualquier partido político, pero ese no es el problema, sino la ausencia de control y transparencia en el financiamiento de las campañas electorales, punto que da el click a todo este entramado.

El Salvador no cuenta con legislación específica para controlar ni transparentar las finanzas de los partidos y las campañas electorales, ni tampoco ha contado con una ley de acceso a información pública, cuestión que si bien está siendo resuelta en estos momentos, debe esperar para constatarse su efectividad cuando entre en operación. Mientras tanto, las instituciones llamadas a ejercer dicho control de manera general, como la Corte de Cuentas de la República, la Fiscalía General o el mismo Tribunal Supremo Electoral, han ejercido un control débil por no decir nulo sobre el financiamiento de los partidos, tanto en período no electoral como en campaña.

No existen tampoco organizaciones sociales que se encarguen directamente de monitorear los recursos utilizados por los partidos, más allá de algunos esfuerzos pioneros como los de la Fundación Nacional para el Desarrollo Económico y la Iniciativa Social para la Democracia, el control por parte de la denominada sociedad civil continúa siendo aislado y de bajo impacto. Sin embargo, el sistema político salvadoreño ya cuenta con antecedentes ampliamente conocidos de incrustación de las redes de narcotráfico en su seno, específicamente pueden traerse a colación los casos emblemáticas de dos diputados de partidos y legislaturas distintas, cuyos procesos penales curiosamente han sido fundamentalmente llevados o iniciados por la justicia estadounidense y no por la salvadoreña. 

El financiamiento de las campañas electorales de los concejos municipales tampoco es menor, pues mientras a través desde la Asamblea Legislativa puede penetrarse instituciones estatales para que operen más bien a favor que en contra del crimen organizado, a través de los alcaldes y sus concejos municipales, se consolida el control y el libre paso en el territorio, siendo prioritarios aquellos municipios con salida al mar, los fronterizos y aquellos de obligada ruta para acceder éstos. Por su parte, el Ejecutivo en nuestro esquema constitucional tiene a cargo la seguridad y la defensa nacional, insituciones designadas directamente la lucha contra el crimen, por lo que es de suma importancia tener claro quiénes, con cuánto y de dónde procede el financiamiento de una campaña presidencial.

Otro elemento a tomar en cuenta es la reciente resolución de la Sala de lo Constitucional en la que se consideran constitucionales las candidaturas no partidarias para las diputaciones, pues con dicha modificación se abre otra opción que puede ser utilizada como nuevo vehículo de ingreso del narcotráfico. Sin embargo no se debe caer en la exagerada e interesada interpretación que hacen algunos líderes partidarios, al decir que estas candidaturas son propicias para ser penetradas por el narcotráfico. El sistema de partidos antes de dicha resolución ya era penetrable, pues el punto crítico no es el mecanismo o vehículo de acceso al cargo público, sino la ausencia de control y transparencia sobre los recursos económicos que utilizan los candidatos, partidarios o no, para realizar su campaña.

Se suma otro punto importante, más relacionado con la cultura política y que amerita su propio análisis, como es el tipo de campaña que ofrecen los partidos y que premia la población con su voto, pues mientras las campañas electorales se fundamenten más en el marketing (tv spots, cuña radial, imagen, slogan, etc.) y la clientela (especies como contraprestación por el voto, dinero, recursos estatales, etc.), y menos en la propuesta política programática (plataformas, planes de gobierno, principios ideológicos, políticas pública en específico, etc.) y el debate de candidatos sobre sus propuestas, entonces probablemente las campañas electorales muestren un tendencia ascendente en su costo económico, y en ese sentido la urgencia de algunos candidatos por ganar, puede llevar a que se involucren con las organizaciones y los recursos provenientes del narcotráfico.

Para finalizar, es importante decir que usualmente los primeros síntomas visibles y escandalosos que un sistema político cívico-democrático muestra cuando ha comenzado a retroceder ante las organizaciones del narco, es cuando la libertad de expresión e información comienzan a minarse. Siendo primordialmente periodistas de investigación -como ha sucedido en algunos estados de México- los primeros mártires en una guerra contra las drogas, que no sólo debe lucharse desde una perspectiva policiaco-militar o que quizá no deba ser asumida como una guerra por parte de los gobiernos cívico-democráticos.

Es crucial terminar remarcando el llamado de urgencia sobre la relación que existe entre la ausencia de regulación y transparencia en el financiamiento de partidos políticos y campañas electorales, y la posibilidad de ser ampliamente infiltrados por organizaciones criminales ligadas al narcotráfico, siendo el financiamiento electoral una herramienta muy eficaz para controlar la institucionalidad y el territorio de Estados que cada vez ceden mayor espacio al poder fáctico de las organizaciones narcotraficantes.

Marlon Anzora