Confesión con Monseñor Romero


Por Any Aguilar
@anaevange 
Querido Monseñor:

Usted no me conoce, yo tampoco lo conocí; pero he escuchado su voz.

Sabe Monseñor se me acaba de erizar el cuerpo mientras buscaba en Internet una frase suya. Leí algunas de las que son más conocidas, extractos de sus homilías; pero me encontré con una, que yo podría jurar que Usted la mencionó el domingo pasado en su misa – ¡claro está! Si Ud.  Aún estuviera dando homilías-porque dice:

“Los corazones no quieren oír ni aunque sea un muerto el que les venga a decir: estamos muy mal en El Salvador. Esta figura tan fea de nuestra patria no es necesario pintarla bonita allá afuera. Hay que hacerla bonita aquí adentro, para que resulte bonita allá afuera también. Pero mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad privada, mientras haya ese desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz, y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre”.

¡Ay Monseñor! Esa frase me duele tanto….

Monseñor las  cosas siguen muy mal en El Salvador. Unos siguen teniendo todo y otros no tienen nada, así como lo dijo usted en el 78. Hoy varias décadas después, le digo que unos siguen teniendo todo, otros no tienen nada y otros tenemos algo, pero estamos endeudados en todo.

Aún hay madres que sufren por la desaparición de sus hijos, ya no en el contexto de esa cruda guerra que vivimos, sino en esta otra guerra que nos toca vivir a diario. Esta maldita guerra de posguerra que nadie entiende.  Monseñor nuestros jóvenes están desapareciendo, nos los están perdiendo.

Los sibaritas están por todos lados con carros de lujo, departamentos ostentosos, y otras cosas que no sabemos, que no vemos…  De hecho Monseñor,  desde hace unos años, me temo que han brotado nuevos sibaritas, izquierda del caviar que contradice su actuar con sus discursos en cantones y panfletos; y que se hinchan el pecho hablando de su obligación para oponerse a las “desigualdades estructurales” del capitalismo.

Y sí, Monseñor, siguen los hechos de violencia.  Sigue el desorden espantoso. Hay sangre por muchos lados… sangre no solo en la calle, en las manos, los escritorios, los celulares… Hay sangre y  violencia en las palabras de muchos.

Monseñor ¡No tenemos paz! Mi corazón en efecto no quiere oír; pero es que me da rabia, me da aversión lo que están haciendo con El Salvador.

1 comentario:

  1. La voz del profeta se caracteriza por su permanencia y vigencia a lo largo del tiempo. Hoy más que nunca San Romero habría denunciado la injusticia para con su pueblo. No se habría podido evitar, porque era su naturaleza cristiana. Sin embargo, y tratando de imaginar nada más. Quizas ahora sería tildado de "contra-revolucionario", al denunciar las injusticias actuales.
    René Santos.

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