La socialdemocracia en El Salvador [Puntos para el debate]

Ayer los franceses eligieron dar nuevamente un giro hacia la socialdemocracia, esta vez liderada por François Hollande, haciendo con ello que Europa ya no esté encerrada en una sola visión para enfrentar la crisis. En ese contexto es importante reavivar nuevamente el debate sobre la necesidad de una fuerza política socialdemócrata representativa en El Salvador. Para aunar a ese debate, quisiera iniciar por una reflexión sobre las características de la socialdemocracia salvadoreña.
 
Históricamente no ha existido una organización política genuinamente socialdemócrata de masas en El Salvador. Las expresiones partidarias o los movimientos políticos de izquierda socialdemócrata han sido pequeños, elitistas y con poca capacidad convocatoria, a pesar de contar con líderes de relevancia y reconocimiento nacional e internacional, como fue el caso del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), único partido en la historia salvadoreña que ha sido miembro de la Internacional Socialista.

Los movimientos políticos socialdemócratas intentados luego de los Acuerdos de Paz, han sido curiosamente impulsados por líderes políticos que antes de la guerra se definían como maoístas, marxistas-leninistas o democratacristianos. Esos líderes, además, han tenido ya varios desencuentros durante su carrera política, lo cual hace que las diversas organizaciones que lideran en la actualidad, y que podrían ser el germen para un movimiento socialdemócrata de mayor envergadura, no se encuentren preparadas para accionar conjuntamente y generar la sinergia necesaria para conformar un proyecto político socialdemócrata viable.

Las urgencias de la competencia electoral han llevado a la mayoría de intentos socialdemócratas al fracaso, pues han sido percibidos por la población como partidos sin arraigo histórico, con pensamiento político difuso, pero sobre todo, como plataformas de lanzamiento de candidaturas para políticos que no desean abandonar sus puestos de poder. Estas premuras electorales han desembocado en la apatía de dichas organizaciones por la formación de nuevos cuadros políticos, así como por la casi nula rotación y renovación de los liderazgos en sus estructuras, provocando el empequeñecimiento de éstas, con tal de mantener el liderazgo de personas de larga data en la vida política nacional.

La izquierda socialdemócrata ha sido incapaz de presentar, a sus cuadros y a la ciudadanía en general, proyectos, líderes y gobiernos socialdemócratas de exitosa referencia. Esto es causa, en buena medida, de la poca importancia que los líderes actuales han dado a la formación y el debate político dentro de sus estructuras, concentrándose en lo corto-placista de una elección, dejando atrás toda visión estratégica de poder.

A pesar que el país necesita hoy más que nunca de una opción de poder moderna, democrática y con visión de nación, antes que una lucha de minúsculos intereses, ninguna de las organizaciones ni movimientos políticos de corte socialdemócrata han apostado seriamente por la articulación de los dispersos esfuerzos  de izquierda socialdemócrata, la formación constante de cuadros políticos y el relevo generacional en las diversas estructuras organizativas.

Se debe ser consciente que dicha opción no podrá consolidarse si continúa siendo minada por la premura electorera, la ausencia de renovación de liderazgos y la nula apuesta por la formación de cuadros.

¿Por qué ha no funcionado la socialdemocracia en El Salvador?

Como ya mencioné antes, las expresiones políticas que han adoptado a la socialdemocracia como referente ideológico en El Salvador, se han caracterizado por su gran capacidad de incidencia política y diplomática, al contar con dirigentes y militantes de muy buen nivel académico y político. Sin embargo, nunca se ha caracterizado por formar partidos de gran envergadura popular, convirtiéndose en el partido de las clases medias, progresistas e intelectuales.

Quizá su dificultad para crecer tenga su causa lógica en que las clases medias en El Salvador nunca han tenido la potencia ni la masa poblacional que tienen en Europa occidental y escandinava. Otros opinan que han sido sus líderes los que no han sabido empatizar con los sectores populares, que si bien los reconocen como personas dignas y respetables, no marcan un liderazgo importante en lo que respecta a procesos electorales.

La socialdemocracia salvadoreña ha contado y cuenta con una gran capacidad de interlocución con la izquierda nacional e internacional, la derecha política, la empresa privada grande y los sectores intelectuales, convirtiéndolo en un sujeto político importante, con gran capacidad de influencia pero con una expresión partidaria electoral que no ha tenido el mismo éxito. Como afirma Ivo Príamo Alvarenga “en sus versiones partidarias, la tradición de la socialdemocracia salvadoreña ha sido la producción de plantas efímeras, en vez de ricas cosechas”.

Según Walter Montenegro, la ideología política socialdemócrata, por su carácter racionalista y mesurado, no puede ser exitosa en coyunturas políticas polarizadas, que cuentan con expresiones partidarias con ideologías tendentes a la emotividad y el gregarismo. Además sostiene que este tipo de ideología requiere de un gran sector de la población con mayor capacidad crítica y de formación, que los hace menos propensos a inclinar sus posturas políticas por cuestiones meramente emotivas.

De acuerdo a la hipótesis de Montenegro, El Salvador parecería tener las condiciones adecuadas para que la ideología socialdemócrata no se afincara, pues tenemos un nivel de educación bajo y una cultura político-democrática pobre. La polarización se de tanto en lo político como en lo económico, siendo uno de los países latinoamericanos con mayor nivel de inequidad en el ingreso. Además, el analfabetismo y la deserción escolar siguen siendo muy fuertes. Por otra parte, una tradición política autoritaria-militar, caracterizada por los golpes de Estado, la represión y una histórica tradición de propaganda del temor, etc., hacen de El Salvador ese tipo de sociedad en la que Montenegro sostiene que la socialdemocracia difícilmente crecerá.

Otros autores latinoamericanos ven a la socialdemocracia como una versión socialista propia de los países altamente desarrollados, cuyos problemas y requerimientos son totalmente diferentes de los que tienen los países subdesarrollados. La socialdemocracia es un fenómeno del norte de Europa y obedece al desarrollo y movimiento obrero de estos países. En el sur del mismo continente europeo no se encuentran países socialdemócratas sino socialistas: el partido Socialista Obrero Español, el partido Socialista Portugués, los partidos Socialista y Socialista Democrático de Italia y otros más. Esto responde al hecho evidente de que los países nórdicos han alcanzado mayores grados de desarrollo y de organización que los del sur probando la afirmación de que la versión socialdemócrata es propia de estructuras avanzadas (Borja, 1980: 64).

Para autores como Borja, no es factible transplantar la socialdemocracia a las selvas tropicales latinoamericanas. Incluso, llega a llamar ingenuos y despistados a quienes se dan a esa tarea. Sin embargo, este autor sí cree que el socialismo es adecuado para nuestras realidades. De igual manera Montenegro, aunque de una manera menos tajante y mejor fundamentada, vislumbra las grandes dificultades con las que se encuentra la ideología socialdemócrata en una sociedad como la salvadoreña.

Las laxas afirmaciones de Borja se fundamentan primordialmente en el “nombre” que llevan esos partidos del sur de Europa que él menciona. Sin embargo, partidos como el SOE, que surgieron como partidos socialistas, dieron un giro decidido y consciente a la socialdemocracia de la mano de su principal líder, Felipe González, quien modernizó el partido, respetando su historia pero recomponiendo su rígida ideología. De la misma manera los partidos franceses y portugueses que él menciona han tenido que adecuar su discurso, para poder ampliar su margen electoral.

Los atinados señalamientos de Montenegro deben sin duda ser tomados en cuenta, pero aceptar totalmente su tesis sería reconocer a los actores políticos como seres inanimados y víctimas absolutas de su entorno. En su tesis, carece de total importancia el liderazgo, la capacidad y la creatividad de los seres humanos para enfrentarse a su realidad y cambiarla. Situándolos como seres absolutamente determinados por su realidad y su contexto.

Marlon Anzora
Presidente JSD

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